jueves, 17 de noviembre de 2011

cuento: La princesa y el dragón


AL IGUAL QUE TODOS LOS CUENTOS ESTE TAMBIEN COMIENZA CON EL CLASICO...


HABIA UNA VEZ...



En un país muy, muy lejano gobernaba un rey, que tenía una única hija. La princesa, cuando nació fue llamada Luz, por que era tan bella que lo iluminaba todo con su hermosura.
Luz fue creciendo rodeada de cariño y admiración de toda la gente del palacio, hasta convertirse en una agraciada damita y su padre se sentía tan lleno de orgullo que decidió realizar una fiesta para homenajear a su hija. A la gran fiesta fueron invitados reyes, príncipes y valientes caballeros de todo el mundo que colmaron a la princesa de exóticos regalos.
La celebración duró varios días, la última noche se organizó un gran baile durante el cual la princesa Luz, conoció a un príncipe que la deslumbró con su simpatía, bailaron largo tiempo y pasearon por los jardines del palacio. El príncipe le contaba historias de otros lugares y la princesa escuchaba atenta anhelando algún día poder visitar esos territorios y fue entonces cuando le pregunto si la invitaría alguna vez, a lo que el príncipe le contestó: - El mundo de las aventuras no son para las princesas, tu eres la luz de este reino y debes permanecer aquí.
Al día siguiente los invitados comenzaron a retirarse y el príncipe y la princesa se despidieron prometiendo escribirse. Así fue como durante mucho tiempo Luz recibía cartas llenas de dulces palabras que hicieron que la princesa se enamorara perdidamente de su principito de ojos tiernos, como ella lo llamaba. Pasó el tiempo y durante un tiempo la princesa enviaba cartas pero el príncipe no contestaba, preocupada por que algo malo le hubiera sucedido, le pidió permiso a su padre para ir a visitarlo, a lo cual el rey accedió.
Después de varios días de viaje, Luz llegó al reino del príncipe, la recibieron con las más distinguidas celebraciones y cuando tuvo la oportunidad de encontrarse a solas con su príncipe, decidió confesarle sus más profundos sentimientos. El príncipe que se mostraba feliz de la llegada de la princesa cuando escucho sus palabras se quedó pensativo hasta que con la mirada perdida en el horizonte le dijo: -no puedo amarte, mi corazón es demasiado errante.Debes regresar a tu pueblo y solo espero que puedas perdonarme.
 La princesa sintió un ahogo tan grande en su pecho que no pudo hacer otra cosa más que llorar y llegó a su reino llena de angustia y dolor.
Llegó un nuevo invierno y la princesa sumida en la tristeza ya no irradiaba tanta luz, su belleza y simpatía se fueron apagando lentamente. La princesa ya no hablaba, ni quería comer, se pasaba las horas mirando a través de su ventana como caían los copos de nieve que lo cubrían todo, era la primera vez que veía nevar. Su padre, el rey le había contado que desde su nacimiento nunca más nevó en el reino y que todos decían que era la belleza resplandeciente de su hija que daba calor a la tierra, recordando  las palabras de su padre la princesa pensó: “por que no habría de nevar este invierno, si mi belleza no bastó para derretir el corazón de mi amado, ¿que podría hacer yo en contra de la naturaleza? Quizás he vivido engañada no soy tan bella”.
Apenados eran entonces  los días en el palacio, sin música, sin risas, solo se escuchaban de vez en tanto los sollozos apesumbrados de la princesa que fue enfermando gravemente por la pena de su corazón. El rey muy preocupado al ver a su hija en ese estado mandó a llamar a todos los médicos del reino, que intentaron curarla, pero ninguno pudo y la princesa agonizaba en el dolor.
El rey muy preocupado al ver a su hija en ese estado mandó a llamar a todos los médicos del reino, que intentaron curarla, pero ninguno pudo y la princesa agonizaba en el dolor.
Una mañana el rey estaba tan dolido por no poder asistir a su hija que decidió salir a caminar por el pueblo, se interno por un camino boscoso y desolado para llorar tranquilo mientras pensaba... “no es bueno para el pueblo ver llorar a su rey”.
Allí sentado sobre un tronco viejo apareció un viejito vestido con harapos que le dijo:
- muy grande ha de ser el problema para que un rey llore su pena.
-Es verdad, contestó el rey, que no se había percatado hasta ese entonces de la presencia del vagabundo.
-hable conmigo majestad, tal vez pueda ayudar.
El rey miró al vagabundo y sin más le dijo:
- ¿Cómo crees que puedes ayudarme tú a mí? Ni siquiera tienes ropa, ni casa y comes de lo que te dan.
El vagabundo pensó un rato y luego le dijo:
- es verdad, mis ropas son viejas como mis años, mi casa es una humilde choza de paja, me alimento de lo que puedo cazar o recolectar con mis manos, pero tengo dos oídos y un corazón que sirven de remedio contra el dolor.
-¡No es verdad!  Los oídos y un  corazón no bastan para curar a mi hija que se muere lentamente por amor. Dijo el rey.

El anciano comenzó a recitarle al rey:
-Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo en cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Y luego agregó:
- Hay mi rey! Si quiere salvar a su hija no hay mas tiempo que perder hay que ir en busca del dragón de fuego.
- ¿Que dices? Preguntó el rey, ¿un dragón de fuego? ¿Donde hay uno?
- Aquí, del otro lado de las montañas se esconde uno, mi rey, dijo el vagabundo, es difícil llegar hasta allí y solo tú puedes ir. No es amante de recibir visitas, vive confinado en la soledad. No temas nada malo te pasará. Tú eres un rey y el dragón entenderá...
- No es temor, por salvar a mi hija hago cualquier cosa, pero como hago para llegar hasta allí?
- Yo lo voy a guiar mi majestad.
Y ambos emprendieron el viaje atravesando las montañas para llegar a la cueva del gran dragón de fuego. Al llegar al lugar el vagabundo le indico la entrada a la cueva y le dijo:
- yo me quedaré aquí y lo espero. Mucha suerte mi majestad!
El rey un poco temeroso, se introdujo en la tenebrosa cueva y caminó en la oscuridad hasta que una voz imponente como un rayo se escucho:
- Quien es el que se atreve a invadir mi morada?
-Soy el amo y soberano absoluto de estas tierras, dijo el rey contestando.
-Que lo trae hasta mi? Quien le dijo de mi existencia?, contesto el dragón con su voz de trueno.
-Necesito su ayuda, y un rey sabe de todo lo que hay en su reino.
Mi hija la princesa Luz está muriendo, la han visto muchos médicos, mas ninguno ha sabido curarla. Ya no se que puedo hacer, la desesperanza y la desesperación por salvar la vida de mi hija me han traído hasta aquí.
-Y yo como puedo ayudarlo? No soy doctor ni conozco de enfermedades. No se da cuenta que solo soy un solitario dragón?
-Lo mismo me pregunte yo, cuando un viejo vagabundo me dijo que viniera hasta aquí. No entiendo como un solitario dragón puede devolverle el corazón a mi hija que muere de amor. Dijo el rey entristecido. El dragón dudo en su respuesta pero la tristeza del rey lo conmovió, después de todo, el no era un dragón malo y dijo:
-Es cierto, creo que puedo ayudarla, si su mal es de amor.
-Que hay que hacer? Dígamelo por favor doy mi reino y todo lo que tengo por salvar la vida de mi hija! Pidió suplicando de rodillas el rey ante el imponente dragón.
-No necesito nada más de lo que tengo soledad y silencio. No debes dar nada pero tu hija si. Dijo el dragón
-No entiendo. Que puede darte mi princesa a ti? Pregunto el rey.
-A mi nada, pero deberé llevarla lejos, muy lejos, donde se encuentra el mar del olvido y allí ella se sumergirá como en un sueño para ahogar todo su dolor.-Esta bien, si es la forma de salvarla ve pronto por ella. Pidió el rey
-Que cosa? Dime ya, no tenemos mucho tiempo
.El dragón con su voz ya no de trueno ni de rayo le dijo:
-Recuerdas que te dije que la princesa deberá dar algo a cambio, no a mí, si no al mar del olvido.
-Si dime que necesita llevar mi princesa y se lo daré, dijo el rey.
-¡Tú no puedes dar nada! Solo ella puede ofrecer lo que el mar del olvido le pedirá. Escucha rey, cuando la princesa se sumerja en ese mar, las aguas frías, bañaran todo su cuerpo y ella se sentirá morir, pero no será así, solo se adormecerá meciéndose entre las olas del desencanto y sus angustias se las llevara el mar junto con su corazón.
Que quieres decir? Mi Luz, mi princesa, se quedará sin corazón?
-Así es rey, no puedo hacer otra cosa, es el remedio, es la enfermedad. No hay otra cura para ese mal. Olvidamos pero no podemos volver amar. Y ya no hay nada en este mundo solo nos queda un gran vacío, por haber perdido nuestro corazón. Ahora entiendes por que vivo confinado a la soledad?
Muy triste el rey y con lágrimas en los ojos, le dijo:
-Tienes razón, nada puedo yo hacer. Una princesa sin corazón no es bueno. Pero es mi hija y debo salvarla. Ve por ella dragón!
El dragón voló por varios días con la princesa moribunda sobre sus espaldas. Cuando llegó al mar del olvido la ayudó a sumergirse suavemente, las aguas rápidamente cubrieron su frágil cuerpo y cuando regresó a la superficie emprendieron el viaje de regreso. En el castillo el rey esperaba ansioso la llegada de su hija y al verla corrió a abrazarla, mas la princesa no demostró alegría, solo dejó entrever una apenada sonrisa y así vivió muchos años. Dicen algunos, que la princesa ya no irradiaba tanta luz y la solían ver caminando solitaria entre la melancolía del crepúsculo y la tristeza del atardecer.
También desde hace muchos años se escucha decir... “había una vez una princesa muy triste que perdió su corazón”. Ahora ya sabemos por que fue.
                                                                                     FIN.


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