sábado, 3 de diciembre de 2011

Decir No!

Hay días en que uno puede conducir perfectamente el timón de su ser: ir directamente a lo que le importa y no gastar energías en seres, cosas, espacios, momentos… que simplemente significan pérdida de tiempo. En esos días la vulnerabilidad que suele caracterizarnos y las contradicciones que nos definen parecen estar en buenas manos: bajo la custodia de Apolo. Esos días en que los planetas están alineados uno suele poner las cosas en su lugar y conoce y no se pelea con los “deberes” pero tampoco subestima el deseo. Esa actitud, cuyo germen suele ser un misterio, es la que define las “buenas épocas” y hasta el “buen sentido” de esas etapas. En ese Edén parece imposible la equivocación, es así que uno dice “Sí” cuando está absolutamente convencido del sentido de sus ganas y dice “No” por lo mismo.
También hay grises: cuando por deberes, obligaciones, hacer favores a amigos, por el lugar que se ocupa en el trabajo, por el rol que se desempeña en un ámbito… uno no puede decir “No” -con todo el placer que eso implica muchas veces- en algún lugar está justificado por compromisos asumidos, por reglas del juego, por sentido de solidaridad, y los síntomas, a lo sumo, derivan en mal humor.
La imposibilidad del “No” estresa, ningunea e indigna cuando ninguno de esos argumentos la justifican. El enojo es con uno mismo frente a la imposibilidad de poner las cosas en su lugar cuando se encuentra con carencias de sentido común de otro sujeto que te expone, o lisa y llanamente: atropella. Vaya a saber uno por qué designio misterioso o mal entendido, uno permite que otro se tome ciertas atribuciones o licencias con su ser… Y ahí es inevitable: vienen esos días, los días en los que no hay capitán, los planetas se disparan por distintos lados y no se encuentran, las contradicciones festejan junto a Dioniso y los ruidos e inseguridades reinan el tiempo tan preciado que, precisamente, no se quiere perder.

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